COMICOS ALGO MAS QUE LOS MEJORES MONOLOGOS

7 de noviembre de 2013

Cómicos 10 años de anécdotas III: Pedro Reinares y Sinacio.

  

Tercera entrega de  la serie. Hoy los protagonistas son Pedro Reinares y Sinacio, (al que por cierto no debéis dejar de ir a verle al Teatro Fígaro donde está representando la divertidísima obra “Los Hombres son de marte y las mujeres de Venus")

Muchos os preguntareis quién es Pedro. Vayamos por partes: Quien nos sigue desde hace muchos años sabe que uno de nuestros lugares favoritos para actuar es la Sala Galileo de Madrid, (a la que estaremos eternamente agradecidos por habernos dado la oportunidad de actuar allí en múltiples ocasiones). Allí nos sentimos en casa; y nos sentimos en casa, no sólo porque trabajamos con excelentes profesionales sino también con amigos: Ángel, Germán, Domingo, “Los Pedros”, “Los Carlos”, Álvaro  Juan, José, Dani…muchos más.

Lo que poca gente sabe es que uno de ellos, Pedro Reinares, participó como Cómico en una de nuestras actuaciones en la sala. Ocurrió una noche de reyes y fue bastante mágico. Os dejamos la anécdota

Pedro Reinares: El día que fui uno de los componentes de Cómicos

Tengo dos cosas que guardo como oro en paño...una camiseta firmada y el libro del club del chiste dedicado por Leo Harlem. Que vengan gente como Leo, Sinacio, Olalla, Dani, More… para que les cuente el último chiste, hace que me sienta querido muy querido. Me gusta, cuando sé que el espectáculo Cómicos va a venir a la sala, preparar algún chiste para contarlo en la barra, antes o después de la actuación. Es un momento mágico.


Pero si hay un día en el que realmente me sentí una estrella fue el día que, tras previa encerrona,  compartí escenario con cuatro grandes: More, Leo, Sinacio y Dani. Fue en la tradicional gala de reyes que todos los años hace Cómicos en la sala. More me avisó y me dijo que ese era el día que habían elegido para mi debut como Cómico, que haría unos cinco o siete minutos. Mucha responsabilidad teniendo en cuenta que la sala estaba hasta los topes y que los Cómicos que actuaban esa noche son unos cracks. Las piernas me temblaban y el corazón se me salía. Entrar en el camerino y encontrarme con Leo, Sinacio...Lo primero que pensé  fue ¡qué cojones hago yo aquí con estos monstruos! Tras una brevísima reflexión me dije: nada, nada. ¡palante!  Bajé  las escaleras hacia el escenario y recuerdo las palabras de Leo... ¡Vamos León tu puedes! Luego la emotiva presentación de More leyendo una carta de los reyes Magos: En la Sala Galilei ya han llegado los reyes, un camarero, Pedro, quiere ser artista y su sueño se va hacer realidad…Con todos ustedes....

Salí al escenario con una sala llena. Al empezar, la boca se me secó y tendría 200 pulsaciones, pero cuando empecé vi que la gente me seguía y se reía. Me sentí cómodo. Creo que tuve tal subida de adrenalina que me duró toda la noche; me sentí como Mario Casas a tres metros sobre el cielo. Y cuando terminé el aplauso del público... ¡joder me sentí artista!  






Sinacio: Los Cómicos nunca callan

Creo recordar que sucedió en Adra, provincia de Almería, pero la memoria de un cincuentón no tiene garantía total de credibilidad, así que situaremos este sucedido en algún teatro y en algún momento de nuestras vidas. Lo único cierto es que han transcurrido ya muchos años desde aquel día.

El espectáculo CÓMICOS estaba dando sus primeros pasos y nos habíamos juntado para aquella ocasión cuatro grandes amigos: Eduardo Aldán, Joan Domínguez, Juan Luis Hurtado y yo mismo. Si alguno de estos insignes cómicos lee estas líneas y descubre que no protagonizó esta anécdota, debe perdonarme. Ya he avisado que los recuerdos de un señor mayor no son nada fiables.

Aquella noche en ¿Adra?, el teatro estaba lleno. En realidad no era un teatro. Actuábamos en un cine. Un cine más antiguo que mis recuerdos. Como buena sala de proyección que se precie, no tenía camerinos. ¿Por qué iba a haberlos si nunca jamás ningún actor del celuloide iba a necesitar cambiarse de vestuario durante la proyección de ninguna película?
La producción había habilitado una “sala vip” para los cuatro actores detrás de una enorme cortina que dividía el escenario en dos partes y que de paso servía para ocultar la enorme pantalla de cine. Así pues, y para mayor entendimiento del lector explicaré que, empezando por la pared del cine estábamos situados en este orden: pantalla de cine pegada a la pared, cómicos con sillas, tela negra, cómico actuando y público.

Una vez entendida la disposición de los elementos, el espectáculo se desarrollaba en los parámetros habituales. Risas y carcajadas del público durante la actuación del gran Eduardo Aldán que al terminar su monólogo abandona el escenario y se cruza conmigo junto a la cortina. Mi labor ese día era la de presentador, es decir era el nexo de unión entre un cómico y otro, así que me dispuse a introducir en escena al gran cómico catalán Joan Domínguez. Al dejar en suerte a Joan frente al público regrese a la “sala vip” junto con Eduardo y Juan Luis y no me digas porque en unos minutos estábamos los tres enfangados en una ardua discusión. Tampoco recuerdo el tema que nos hacía entrar en tal debate, pero nunca se me olvidará como, de repente, aparece junto a nosotros Joan para pedirnos por favor que bajemos el tono de nuestra disputa ya que se nos oía más a nosotros que a él.

Al verlo aparecer en nuestro “retiro” los tres nos miramos en silencio: Si Joan está con nosotros… ¿quién esté en el escenario? Nadie. En efecto, Joan había decidido –con buen criterio- ante el elevado volumen de nuestras cuitas, parar un instante su monólogo y advertir al público:

-          Discúlpenme unos segundos. En seguida vuelvo.

Tras pedirnos un poco de silencio, Joan regresó a sus obligaciones laborales y explicó al respetable con lógica aplastante

-          Les pido perdón. Son cómicos y no saben estar callados.

Un fuerte aplauso lleno aquel cine de ¿Adra? Y los tres charlatanes aprendimos que a pesar de nuestra necesidad permanente de parlotear, a veces, hay que guardad silencio.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Sinacio, muy divertida tu explicación sobre lo de Adra. Yo también me acuerdo de cómo os mirasteis. Un abrazo.Joan