Tercera entrega de la serie.
Hoy los protagonistas son Pedro Reinares y Sinacio, (al que por cierto no
debéis dejar de ir a verle al Teatro Fígaro donde está representando la
divertidísima obra “Los Hombres son de marte y las mujeres de Venus")
Muchos os preguntareis quién es Pedro.
Vayamos por partes: Quien nos sigue desde hace muchos años sabe que uno de
nuestros lugares favoritos para actuar es la Sala Galileo de Madrid, (a la que
estaremos eternamente agradecidos por habernos dado la oportunidad de actuar
allí en múltiples ocasiones). Allí nos sentimos en casa; y nos sentimos en
casa, no sólo porque trabajamos con excelentes profesionales sino también con
amigos: Ángel, Germán, Domingo, “Los Pedros”, “Los Carlos”, Álvaro Juan,
José, Dani…muchos más.
Lo que poca gente sabe es que uno de
ellos, Pedro Reinares, participó como Cómico en una de nuestras actuaciones en
la sala. Ocurrió una noche de reyes y fue bastante mágico. Os dejamos la
anécdota
Pedro Reinares: El día que fui uno de los
componentes de Cómicos
Tengo dos cosas que guardo como oro en
paño...una camiseta firmada y el libro del club del chiste dedicado por Leo
Harlem. Que vengan gente como Leo, Sinacio, Olalla, Dani, More… para que les
cuente el último chiste, hace que me sienta querido muy querido. Me gusta,
cuando sé que el espectáculo Cómicos va a venir a la sala, preparar algún
chiste para contarlo en la barra, antes o después de la actuación. Es un
momento mágico.
Pero si hay un día en el que realmente me
sentí una estrella fue el día que, tras previa encerrona, compartí
escenario con cuatro grandes: More, Leo, Sinacio y Dani. Fue en la tradicional
gala de reyes que todos los años hace Cómicos en la sala. More me avisó y me
dijo que ese era el día que habían elegido para mi debut como Cómico, que haría
unos cinco o siete minutos. Mucha responsabilidad teniendo en cuenta que la
sala estaba hasta los topes y que los Cómicos que actuaban esa noche son unos
cracks. Las piernas me temblaban y el corazón se me salía. Entrar en el
camerino y encontrarme con Leo, Sinacio...Lo primero que pensé fue
¡qué cojones hago yo aquí con estos monstruos! Tras una brevísima reflexión me
dije: nada, nada. ¡palante! Bajé las escaleras hacia el
escenario y recuerdo las palabras de Leo... ¡Vamos León tu puedes! Luego la emotiva
presentación de More leyendo una carta de los reyes Magos: En la Sala Galilei
ya han llegado los reyes, un camarero, Pedro, quiere ser artista y su sueño se
va hacer realidad…Con todos ustedes....
Salí al escenario con una sala llena. Al
empezar, la boca se me secó y tendría 200 pulsaciones, pero cuando empecé vi
que la gente me seguía y se reía. Me sentí cómodo. Creo que tuve tal subida de
adrenalina que me duró toda la noche; me sentí como Mario Casas a tres metros
sobre el cielo. Y cuando terminé el aplauso del público... ¡joder me sentí
artista!
Sinacio: Los Cómicos nunca callan
Creo recordar que sucedió en Adra, provincia de
Almería, pero la memoria de un cincuentón no tiene garantía total de
credibilidad, así que situaremos este sucedido en algún teatro y en algún
momento de nuestras vidas. Lo único cierto es que han transcurrido ya muchos
años desde aquel día.
El espectáculo CÓMICOS estaba dando sus primeros pasos
y nos habíamos juntado para aquella ocasión cuatro grandes amigos: Eduardo Aldán,
Joan Domínguez, Juan Luis Hurtado y yo mismo. Si alguno de estos insignes
cómicos lee estas líneas y descubre que no protagonizó esta anécdota, debe
perdonarme. Ya he avisado que los recuerdos de un señor mayor no son nada
fiables.
Aquella noche en ¿Adra?, el teatro estaba lleno. En
realidad no era un teatro. Actuábamos en un cine. Un cine más antiguo que mis
recuerdos. Como buena sala de proyección que se precie, no tenía camerinos.
¿Por qué iba a haberlos si nunca jamás ningún actor del celuloide iba a
necesitar cambiarse de vestuario durante la proyección de ninguna película?
La producción había habilitado una “sala vip” para los
cuatro actores detrás de una enorme cortina que dividía el escenario en dos
partes y que de paso servía para ocultar la enorme pantalla de cine. Así pues,
y para mayor entendimiento del lector explicaré que, empezando por la pared del
cine estábamos situados en este orden: pantalla de cine pegada a la pared,
cómicos con sillas, tela negra, cómico actuando y público.
Una vez entendida la disposición de los elementos, el
espectáculo se desarrollaba en los parámetros habituales. Risas y carcajadas
del público durante la actuación del gran Eduardo Aldán que al terminar su
monólogo abandona el escenario y se cruza conmigo junto a la cortina. Mi labor
ese día era la de presentador, es decir era el nexo de unión entre un cómico y
otro, así que me dispuse a introducir en escena al gran cómico catalán Joan
Domínguez. Al dejar en suerte a Joan frente al público regrese a la “sala vip”
junto con Eduardo y Juan Luis y no me digas porque en unos minutos estábamos
los tres enfangados en una ardua discusión. Tampoco recuerdo el tema que nos
hacía entrar en tal debate, pero nunca se me olvidará como, de repente, aparece
junto a nosotros Joan para pedirnos por favor que bajemos el tono de nuestra
disputa ya que se nos oía más a nosotros que a él.
Al verlo aparecer en nuestro “retiro” los tres nos
miramos en silencio: Si Joan está con nosotros… ¿quién esté en el escenario? Nadie. En efecto, Joan había decidido –con buen
criterio- ante el elevado volumen de nuestras cuitas, parar un instante su
monólogo y advertir al público:
- Discúlpenme
unos segundos. En seguida vuelvo.
Tras pedirnos un poco de silencio, Joan regresó a sus
obligaciones laborales y explicó al respetable con lógica aplastante
- Les
pido perdón. Son cómicos y no saben estar callados.
Un fuerte
aplauso lleno aquel cine de ¿Adra? Y los tres charlatanes aprendimos que a
pesar de nuestra necesidad permanente de parlotear, a veces, hay que guardad
silencio.
1 comentario:
Hola Sinacio, muy divertida tu explicación sobre lo de Adra. Yo también me acuerdo de cómo os mirasteis. Un abrazo.Joan
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